Tim
Burton encontró en el cuento de Roal Dahl
"Charlie y la fábrica de
chocolate" el relato perfecto para dar rienda suelta a su fantasía y
recrear un mundo exuberante y dulce. Junto a él, un genial Johnny Depp, convierte esta cinta en una verdadera
"delicatessen" para paladares exquisitos.
Pero no fue el primero en llevar a la gran pantalla esta
historia de un niño tan pobre como bueno que un día es tocado por la
fortuna. En 1971, lo había hecho Mel Stuart en el
clásico "Willy Wonka y la fábrica de chocolate", un musical, con unos efectos especiales
mucho más artesanos que en la versión de Burton de 2005, en el que Gene Wilder da vida al entrañable dueño de la
casa Wonka.
Quizás la película más antigua que hace honor a este
dulce en su título es "El soldado de chocolate", un drama bélico de 1941
basado en una opereta de Oscar Straus, que a su vez se inspiró en una
pieza teatral de Bernard Shaw.
Pero si la palabra chocolate remite a un
filme, ese es sin duda "Chocolat", donde Juliette Binoche se mete en la
piel de una repostera que acaba ganándose el aprecio de sus peculiares
vecinos mientras estos caen en la golosa tentación.
Y sin ser el protagonista, el chocolate
ha dejado también frases para el recuerdo, como aquella memorable escena
en la que Forrest Gump, sentado en un banco, cuenta su increíble
historia a quienes quieren escucharla y acaba diciendo: "la vida es como una caja de bombones, uno nunca
sabe lo que le va a tocar".
Aunque para escenas
bañadas de chocolate, cómo olvidar al pequeño y gordinflón Bruce en
"Matilda", atiborrándose de pastel hasta casi
vomitar. Otras veces, el dulce ha sido la mejor arma para vencer a
temibles enemigos, como el gigantón Sloth de "Los Goonies": una barrita
de chocolate bastaba para convertir al monstruo en una tierna criatura
en este clásico de los 80 que dirigió Richard Donner con guión y
producción de Steven Spielberg.
Francia, cuna junto a Bélgica y
Suiza de aclamados maestros "chocolatiers", aporta a este repaso por el
cine más goloso la intrigante "Merci pour le chocolat" (2001). El
cineasta Claude Chabrol saca a relucir de nuevo el lado más oscuro de la
burguesía en este thriller sobre la directora general de una empresa de
chocolate, a quien da vida una magnífica Isabelle Huppert.
Y
también el cine en español ha aportado títulos emblemáticos.
Probablemente, el más recordado sea "Como agua para chocolate" (1992),
en la que el mexicano Alfonso Aráu adaptó la deliciosa fábula homónima
del realismo mágico firmada por Laura Esquivel, entonces esposa del
cineasta. Con la gastronomía como nexo de unión y metáfora de los
sentimientos, el filme presenta a la protagonista en constante
ebullición, como debe estar el agua para hacer un buen chocolate.
Más
desapercibida pasó "Un poco de chocolate" (Aiztol Aramaio 2008), en la
que Héctor Alterio, Daniel Brühl, Julieta Serrano y Bárbara Goenaga
componen un retrato de los puntos de unión entre dos generaciones que la
crítica tildó de demasiado edulcorado. Todo lo contrario que en la
aclamada "Fresa y chocolate", de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos
Tabío. Un comunista convencido y un artista homosexual ahogado en la
homofobia del régimen cubano traban una profunda amistad en esta cinta
que estuvo nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa.
Aunque
para combinaciones curiosas con el dulce de cacao, se lleva la palma
"Atún y chocolate" (2004), ópera prima del actor y humorista español
Pablo Carbonell enmarcada en la crisis pesquera en Cádiz.
Y en cuanto a
macabras, la terrorífica "Blood and Chocolate" (Katja von Garnier,
2007), donde una joven pasa sus días trabajando en la fábrica de
chocolate familiar para luego, por la noche, convertirse en mujer lobo y
merodear por los bosques de Bucarest.
Aunque hay quienes piensan que siempre hay algo "Mejor que
el chocolate", como la historia de amor entre dos lesbianas que firmó la
canadiense Anne Wheeler (1999), todo un clásico del cine de temática
homosexual.